lunes, 18 de agosto de 2014

Diario de Alendi (El Imperio Final)

La trilogía de Nacidos de la Bruma es uno de los ejemplos más claros de la creatividad y originalidad del gran escritor que es Brandon Sanderson. En los tres libros que forman la saga (El Imperio Final, El Pozo de la Ascensión y El Héroe de las Eras) el norteamericano despliega sus mejores bazas para crea una historia inolvidable: un mundo original de cenizas y brumas, un espectacular sistema mágico totalmente lógico y organizado, avasalladoras escenas de acción perfectamente descritas y una narración llena de giros de guión que encajan como piezas de un puzle.
La trilogía es una de las lecturas más recomendables de la nueva fantasía épica, y que gana en profundidad con las relecturas, ya que permiten captar la multitud de detalles que Sanderson deja sembrados a lo largo de la narración para demostrar al lector que tiene los cabos muy bien atados. Un buen ejemplo de ello son las citas al inicio de cada capítulo.
En los tres libros, Brandon Sanderson abre sus capítulos con pequeños estractos de relatos más antiguos que tienen mucho que ver la creación del Imperio Final y la Ascensión del Lord Legislador. En el primer volumen de la trilogía nos hace creer que los fragmentos que estamos leyendo proceden del cuaderno de viaje del propio Lord Legislador en su viaje al Pozo de la Ascensión, un libro robado por la alomántica Vin en una incursión en Kredik Shaw, el palacio-fortaleza del propio Lord Legislador. Sin embargo, los que habéis leído las novelas recordaréis que el libro tiene una gran importancia en la trama porque le permite descubrir a la joven 'Nacida de la bruma' que el Lord Legislador no es quién escribió el relato, sino uno de los porteadores terrisanos que acompañan el Héroe de las Eras... y que al final lo asesinará para ocupar su lugar. Un giro de guión muy conseguido, marca de la casa Sanderson.
Los estractos del diario aparecen desordenados pero aquí os los dejó reestructurados en lo que parece un orden de lectura más lógico, y que permite fijarse en algunos de los detalles de lo que ocurrió mil años antes de que comience El Imperio Final.


DIARIO DE ALENDI
A veces me preocupa no ser el héroe que todo el mundo cree que soy.
Los filósofos me aseguran  que éste es el momento, que los signos se han cumplido. Pero yo me sigo preguntando si no tienen al hombre equivocado. Tanta gente depende de mi... Dicen que tengo en mis manos el futuro del mundo entero.
¿Qué pensarían si supieran que su paladín, el Héroe de las Eras, su salvador, dudó de si mismo? Tal vez no se sorprenderían en absoluto. En cierto modo, eso es lo que más me preocupa. Tal vez, en el fondo de sus corazones, dudan, igual que dudo yo.
Cuando me ven, ¿ven a un mentiroso?

A otros hombres les preocupa si serán recordados o no. Yo no siento esos temores; incluso descartando las profecías de Terris, he traído tal caos, conflicto y esperanza a este mundo que hay pocas posibilidades de que sea olvidado.
Me preocupa lo que dirán de mí. Los historiadores pueden hacer con el pasado lo que quieran. Dentro de mil años, ¿seré recordado como el hombre que protegió la humanidad de un poderoso mal? ¿O seré recordado como un tirano que arrogantemente trató de convertirse en leyenda?

Muchos creen que mi viaje comenzó en Khlennium, esa gran ciudad de maravillas. Olvidan que yo no era rey cuando comenzó mi misión. Nada de eso.
Creo que los hombres harían bien recordando que esta tarea no la iniciaron emperadores, sacerdotes, profetas ni generales. No comenzó en Khlennium ni en Kordel, ni vino de las grandes naciones del este o del feroz imperio del oeste.
Comenzó en un pueblo pequeño y sin importancia cuyo nombre no significará nada para vosotros. Comenzó con un joven, hijo de un herrero, que no destacaba en nada... excepto, quizás, en su habilidad para meterse en lios.
Comenzó conmigo.


A veces me pregunto qué habría sucedido si me hubiera quedado allí, en aquella perezosa aldea de mi nacimiento. Habría sido herrero, como mi padre. Tal vez habría tenido familia, hijos propios.
Tal vez otra persona habría tenido que llevar esta terrible carga. Alguien que pudiera soportarla mejor que yo. Alguien que mereciera ser un héroe.

Podríamos decir que las circunstancias me obligaron a dejar atrás mi hogar. Sin duda, si me hubiera quedado, estaría muerto. Durante aquellos días (huyendo sin saber por qué, llevando una carga que no comprendía), supuse que me perdería en Khlennium y buscaría una vida para no llamar la atención.
Empiezo a comprender poco a poco que el anonimato, como tantas otras cosas, es algo que he perdido para siempre.

Me considero un hombre de principios. Pero ¿qué hombre no se considera tal? Incluso el asesino, según he advertido, interpreta sus acciones como "morales".
Tal vez otra persona, al leer mi vida, me considere un tirano religioso. Puede llamarme arrogante. ¿Qué hace que la opinión de ese hombre sea menos válida que la mía propia?
Supongo que todo se reduce a una sola cosa: al final, soy yo quien tene los ejércitos de su parte.

Me sorprende cuántas naciones se han unido en pos de nuestro propósito. Sigue habiendo disidentes, naturalmente, y algunos reinos, por desgracia, se han enzarzado en guerras que no he podido detener.
Sin embargo, contemplar esta unidad general es glorioso, casi abrumador. Ojalá a las naciones de la humanidad no les hubiera hecho falta una amenaza tan terrible para ver el valor de la paz y la cooperación.

¿Cómo sería si todas las naciones, desde las islas al sur hasta las montañas de Terris al norte, estuvieran unidas bajo un solo gobierno? ¿Qué maravillas podrían conseguirse, qué progreso podría lograrse si la humanidad renunciara  permanentemente a sus disputas y se uniera?
Supongo que es demasiado esperar. ¿Un único imperio humano, unificado? Nunca sucederá.

Si los hombres leen estas palabras que sepan que el poder es una pesada carga. No busquéis caer en sus redes. Las profecías de Terris dicen que yo tendré el poder de salvar el mundo.
Sin embargo, dan a entender que también tendré el poder para destruirlo.

En el fondo, me preocupa que mi arrogancia nos destruya a todos.


"Él defenderá sus costumbres y, sin embargo, las violará. Será su salvador y, sin embargo, lo llamarán hereje. Su nombre será Discordia y, sin embargo, lo amarán por ello."  

"El Héroe de las Eras no será un hombre, sino una fuerza. Ninguna nación lo reclamará, ninguna mujer lo conservará y ningún rey podrá matarlo. No pertenecerá a nadie, ni siquiera a sí mismo."

Ni siquiera comprendo lo que se supone que tengo que hacer. Los filósofos de Terris dicen que lo sabré cuando llegue el momento, pero es un flaco consuelo.
La Profundidad debe ser destruida y, al parecer, soy la única persona que puede hacerlo. Si no lo hago pronto, de esta tierra no quedarán más que huesos y polvo.

Al principio, estaban aquellos que no creían que la Profundidad fuera un peligro serio, al menos no para ellos. Sin embargo, trajo consigo una plaga que he visto infectar a casi toda la tierra. Los ejércitos son inútiles contra ella. Las grandes ciudades son arrasadas por su poder. Las cosechas se pierden y la tierra muere.
A eso combato. Éste es el monstruo que debo derrotar. Me procupa haber tardado demasiado. Ya se ha producido tanta destrucción que temo por los supervivientes de la humanidad.
¿Es verdaderamente el fin del mundo, como predicen tantos filósofos?

Al final, he de confiar en mí mismo. He visto hombres capaces de arrancar de su interior la capacidad de reconocer la verdad y la bondad, y creo que no soy uno de ellos. Sigo viendo las lágrimas en los ojos de un niño y siento el dolor de un sufrimiento.
Si alguna vez pierdo esto, entonces sabré que he llegado a un punto más allá de ninguna esperanza de redención.

Ningún hombre muere por mi mano o por mi orden a no ser que piense que no hay otro remedio. Sin embargo, los mato. A veces, desearía no ser un maldito realista.

Nunca quise ser temido.
Si lamento una cosa, es el temor que he causado. El miedo es la herramienta de los tiranos. Por desgracia cuando el destino del mundo está en juego, usas las herramientas que tienes a mano.

A veces, mis compañeros dicen que me preocupo y me cuestiono demasiado. Sin embargo, aunque puedo dudar de mi estatura como héroe, hay una cosa que nunca he puesto en duda: el bien final de nuestra misión.
La Profundidad tiene que ser destruida. La he visto y la he sentido. Este nombre que le damos es una palabra demasiado débil, creo. Sí, es profunda e insondable, pero también es terrible. Muchos no se dan cuenta de que es sentiente, pero yo he sentido su mente, tal como es, las pocas veces que me he enfrentado a ella directamente.
Es un ser de destrucción, locura y corrupción. Destruiría este mundo no por rencor o animosidad, sino simplemente porque eso es lo que hace.

Nunca quise esto, cierto. Pero alguien tiene que detener la Profundidad. Y, al parecer, Terris es el único sitio donde puede hacerse.
Sin embargo, sobre este hecho, no tengo que aceptar la palabra de los filósofos. Ahora puedo sentir nuestro objetivo, puedo sentirlo, aunque los otros no puedan. Late, en mi mente, allá lejos en las montañas.

Llegamos a Terris a principios de semana y tengo que decir que el paisaje me pareció maravilloso. Las grandes montañas al norte, con sus cimas nevadas y sus faldas boscosas, se alzan como dioses guardianes sobre esta tierra de verde fertilidad. Mis propias tierras del sur son llanas: creo que serían menos temibles si hubiera unas cuantas montañas para dar variedad el terreno.
Aquí la gente se dedica principalmente al pastoreo, aunque no son extraños los leñadores y granjeros. Es una tierra de pastos, desde luego. Parece extraño que un sitio tan agrícola sea la cuna de las profecías y las ideas teológicas en las que se basa actualmente el mundo entero.

Al parecer, la siguiente etapa de mi viaje nos llevará a las tierras altas de Terris. Se dice que es un lugar frío e implacable, una tierra donde las montañas mismas están hechas de hielo.
Nuestros sirvientes no sirven para este viaje. Es probable que tengamos que contratar a algunos porteadores de Terris para que lleven nuestras pertenencias.

Rashek es un hombre alto; naturalmente, la mayoría de los terrisanos lo son. Es joven para que los otros porteadores lo respeten tanto. Tiene carisma y las mujeres de la corte probablemente lo describirían como guapo, a su manera un tanto basta.
Sin embargo, me sorprende que alguien preste atención a un hombre que predica tanto odio. Nunca ha visto Khlennium, pero maldice la ciudad. No me conoce, pero noto el odio y la hostilidad en sus ojos.

Parece que Rashek representa a una facción creciente en la cultura de Terris. Gran número de jóvenes piensa que sus inusitados poderes deberían ser usados para algo más que trabajar en el campo, engendrar hijos y tallar piedras. Son rudos, incluso violentos, muy distintos a los tranquilos y razonables filósofos y hombres santos de Terris que he conocido.
Tendrán que ser vigilados con cuidado, estos terrisanos. Podrían ser muy peligrosos, si se les da ocasión y motivo.

Sé que no debería dejar que un simple porteador me perturbe. Sin embargo, es de Terris, donde se originaron las profecías. Si alguien pudiera identificar un fraude, ¿no sería él?
Sin embargo, continúo mi viaje, acudiendo a los lugares donde los augurios escritos proclaman que me encontraré con mi destino... a pie, sintiendo los ojos de Rashek en mi espalda. Celosos. Burlones. Llenos de odio.

A veces me pregunto si me estoy volviendo loco.
Tal vez sea debido a la presión de saber que de algún modo debo soportar la carga de todo un mundo. Tal vez sea por las muertes que he visto, los amigos que he perdido. Los amigos que me he visto obligado a matar.
Sea como sea, a veces veo sombra siguiéndome. Oscuras criaturas que no comprendo, ni deseo comprender. ¿Serán acaso fruto de mi mente agotada?

No es una sombra.
Esta cosa oscura me sigue, la cosa que sólo yo puedo ver..., no es realmente una sombra. Es negruzca y transparente, pero no tiene el contorno sólido de una sombra. Es insustancial, retorcida e informe. Digamos que está hecha de niebla negra.
O de bruma, tal vez.

No sé por qué me traicionó Kwaan. Incluso así, este hecho acosa mis pensamientos. Fue él quien me descubrió; él fue el filósofo de Terris que me llamó primero Héroe de las Eras. Parece irónicamente surrealista que ahora, después de su larga pugna por convencer a sus colegas, sea el único hombre santo de importancia que predica contra mi reino.

Todos los demás piensan que debería haber ordenado ejecutar a Kwaan por traicionarme. Siendo sinceros, probablemente lo mataría ahora mismo si supiera dónde se ha metido. En ese momento, sin embargo, no pude hacerlo.
El hombre se había convertido en un padre para mí. Hasta hoy no sé por qué de pronto decidió que yo no era el Héroe. ¿Por qué se volvió contra mí, denunciándome ante el Cónclave de los Creadores de Mundos al completo?
¿Prefería que ganara la Profundidad? Sin duda, aunque yo no sea el adecuado, como ahora dice Kwaan, mi presencia en el Pozo de la Ascensión no podría ser peor de lo que sucederá si la Profundidad continúa destruyendo la tierra.

Kwaan y yo nos conocimos por casualidad..., aunque supongo que él diría que fue la "providencia".
He conocido a muchos otros filósofos desde aquel día. Son, cada uno de ellos, hombres de gran sabiduría y sorprendente sagacidad. Hombres de una importancia casi palpable.
No es así Kwaan. En cierto modo, era tan improbable que fuese profeta como yo héroe. Nunca tuvo un aire de sabiduría ceremoniosa; tampoco era un erudito religioso. La primera vez que nos vimos, estaba investigando uno de sus ridículos intereses en la gran biblioteca de Khlenni; creo que trataba de determinar si los árboles pueden pensar o no.
Que fuera quien finalmente descubrío al gran Héroe de la profecía de Terris es un asunto que habría dado risa si los hechos hubieran sucedido de manera algo distinta.

Apenas duermo unas cuantas horas cada noche. Debemos continuar adelante, viajando cuanto podamos cada día, pero cuando finalmente me acuesto, el sueño me elude. Los mismos pensamientos que me preocupan durante el día aumentan en la quietud de la noche.
Y, por encima de todo, oigo los golpeteos de las alturas, los pulsos de las montañas. Atrayéndome con cada latido.

Me siento muy cansado.

Creo que he descubierto por fin por qué me odia tanto Rashek. No cree que un extraño como yo, un forastero, pueda ser el Héroe de las Eras. Cree que de algún modo he engañado a los filósofos, que llevo injustamente las marcas del Héroe.
Según Rashek, solo un terrisano de pura sangre debería haber sido elegido como el Héroe. Curiosamente, me siento más decidido a causa de su odio. Debo demostrarle que puedo realizar esta tarea.

La mayoría de los terrisanos no son tan malos como Rashek. Sin embargo, puedo ver que creen en él, hasta cierto punto. Son hombres sencillos, no filósofos ni eruditos, y no comprenden que sus propias profecías dicen que el Héroe de las Eras será un extranjero. Sólo ven lo que señala Rashek: que son un pueblo ostensiblemente superior y deberían "dominar" en vez de estar sometidos.
Ante tanta pasión y odio, incluso los hombres buenos pueden ser engañados.

Aunque muchos terrisanos expresan cierto desprecio por Khlennium, también sienten envidia. He oido a los porteadores hablar con asombro de las catedrales de Khlenni, con sus sorprendentes vidrieras pintadas y sus amplios salones. También parecen muy aficionados a nuestra moda en el vestir: en las ciudades, vi cómo muchos jóvenes terrisanos cambiaban sus pieles y pellizas por trajes de caballero hechos a medida.

Ahora ya estamos cerca. Extrañamente, en estas alturas de las montañas parecemos finalmente libres del opresivo contacto de la Profundidad. Ha pasado algún tiempo desde que descubrí lo que era eso.
El lago que descubrió Fedik está bajo nosotros: puedo verlo desde aquí. Parece aún más extraño desde esta perspectiva, con su brillo vítreo, casi metálico. Casi deseo haberle permitido tomar una muestra de sus aguas.
Tal vez su interés era lo que enfadó a la criatura de la bruma que nos sigue. Tal vez... Tal vez por eso decidió atacarlo, apuñalándolo con su cuchillo invisible.
Curiosamente, el ataque me consoló. Al menos sé desde entonces que alguien más la ha visto. Eso significa que no estoy loco.

Sé lo que sucederá si tomo la decisión equivocada. Debo ser fuerte; no he de quedarme el poder para mí.
Porque he visto lo que sucederá si lo hago.

He decidido que tengo que dar gracias al odio de Rashek. Me hace bien recordar que hay quienes me aborrecen. No es mi deber buscar popularidad ni amor, sino asegurar la supervivencia de la humanidad.

¿Hay algo más hermoso que el sol? A menudo lo contempló al salir, pues mi sueño inquieto suele despertarme antes del alba.
Cada vez que veo su tranquila luz amarilla asomar por el horizonte siento un poco más de determinación, un poco más de esperanza. En cierto modo, el sol es lo que me ha mantenido en marcha todo este tiempo.

Extrañamente, en ocasiones, siento paz interior. Se podría pensar que después de todo lo que he visto, después de todo lo que he sufrido, mi alma sería un amasijo de tensiones, confusión y melancolía. A menudo, así es.
Pero luego está la paz.
La siento a veces, como ahora, asomado sobre los acantilados congelados y las montañas de cristal en la quietud de la mañana, contemplando un amanecer tan majestuoso que sé que ningún otro será jamás su igual.
Si hay profecías, si existe un Héroe de las Eras, entonces mi mente susurra que debe de ser algo que dirige mi camino. Algo observa; algo se preocupa. Esos pacíficos susurros me dicen una verdad que deseo creer con todas mis fuerzas.
Si fracaso, otro vendrá a terminar mis labor.

Estos son mis temores mientras escribo con una pluma cubierta de escarcha la víspera del renacer del mundo. Rashek observa. Me odia. Las cavernas están ahí delante. Latiendo. Mis dedos tiemblan. No de frío.
Mañana, terminará.

2 comentarios:

  1. Genial, podrían hacer lo mismo con los otros dos libros

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    1. Me alegro de que te haya gustado la idea, si tengo tiempo libre trataré de hacerlo con las citas de los otros dos libros que también son muy interesantes :)

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